jueves, 23 de octubre de 2008

After Spree / Dennis Oppenheim







Del del 10 de octubre al 30 de noviembre de 2008


Curador: Jorge Reynoso Pohlens


Con la colaboración de la Dirección General de Artes Plásticas de la

Universidad Nacional Autónoma de México y la coordinación de Difusión Cultural UNAM






After Spree. Exposición de obras de Dennis Oppenheim en la colección de la Dirección General de Artes Visuales de la UNAM

Jorge Reynoso Pohlenz


Generalmente, me disgustan los títulos en inglés para exposiciones mexicanas, pero éste surgió

de circunstancias particulares. Sylvia Pandolfi, directora del Museo Carrillo Gil entre 1982 y 1998, había mantenido contacto desde 1995 con Dennis Oppenheim (Electric City, Washington, 1938), interesándolo en realizar un proyecto para México. Era evidente que los recursos y periodos de producción para dicho proyecto no podían ser similares a los posibles en una institución europea o estadounidense, por lo que se definió que Oppenheim realizaría una primera visita de exploración y una segunda de producción, no superando ambas las tres semanas, realizándose las obras con lo que el artista considerara interesante, curioso o seductor a primera vista: una suerte de mirada turística sin inhibiciones, sin pretensión de profundizar en la realidad mexicana. En cierto sentido, esta propuesta tenía posibilidades liberadoras para Oppenheim, miembro destacado de una generación de artistas conceptuales que, desde la década de los ochenta, experimentaba un proceso de asimilación formal por parte de las grandes instituciones de arte contemporáneo. Esta asimilación o reconocimiento implicaba mayores recursos para sus obras, pero también una orientación creativa hacia “grandes” piezas museográficas y urbanas, mismas que requieren tiempo, recursos, asistencia técnica, etcétera. El proyecto mexicano permitía a Oppenheim un acercamiento más improvisado e informal, parecido al boceto o a la foto instantánea. A partir de esta inclinación, derivó la propuesta del artista para el título del proyecto: Spree, reunión casual, jolgorio, juerga en la que se toma alcohol, sesión comunitaria sin protocolo, gasto caprichoso. Por más que buscamos una traducción de esa palabra inglesa, no encontramos alguna completamente adecuada, por lo que la muestra de lo seleccionado y procesado por Oppenheim se exhibió en el Museo Carrillo Gil, en mayo de 1998, con el título Spree.























Acompañé al artista sobre todo en la primera de sus dos visitas, llevando la museógrafa Janice Alba la principal responsabilidad de producción durante la segunda. Buena parte del tiempo, lo que hacíamos era pasear por los lugares acostumbrados que visita un célebre artista contemporáneo. El Museo Tamayo estaba cerrado por montaje – se preparaba una muestra de Niki de Saint Phalle - pero el buen dispuesto Oppenheim disfrutó una improvisada visita al Bosque de Chapultepec, así como degustó una torta de milanesa. Entre bocados, me recomendó no mitificar el periodo de los sesenta en Nueva York, las acciones musicales de John Cage, los cuadros blancos de Rauschenberg y los eventos multimedia en fábricas y bodegas abandonadas en el sur de Manhattan. Todo eso lo vivió él de manera participativa, conservando a finales de los noventa los atributos propios del artista neoyorkino: una forma de hablar suave y pausada, aparentemente impasible, astutamente dispuesta a la ironía y el sarcasmo. Incluso sus frecuentes camisetas de algodón en tonos oscuros denotaban una tradición asumida. No todo era platicar y comer: Oppenheim también visitó una gran cantidad de tiendas y mercados, tlapalerías, bodegas de materiales y de maquinaria industrial; atendió una feria modesta en la que sencillos juegos, como el tiro al blanco y la pesca de creaturas de plástico en una tinaja, le fascinaron. El manejo colorido de los materiales – sobre todo los sintéticos – la abigarrada organización de los mercados, mezclando lo viejo con lo nuevo, lo artificial con lo natural, así como la afición mexicana por los antojitos callejeros, los muñecos, figuras, suvenires y artículos religiosos fueron para el artista puntos de partida. Comentó que México se destacaba por contar con tiendas bien surtidas, diversas y atractivamente organizadas. Al mismo tiempo que compraba los más diversos artefactos – escobas, pajareras, una alberca inflable, un congelador, un anuncio de neón, etcétera – Oppenheim dibujaba; sus dibujos son extraordinarias mezclas de boceto, diagrama arquitectónico y objeto coleccionable. Una gradual transición desde la austera instalación propia del conceptualismo hacia una más formal escultura-ensamblaje ya la había experimentado años atrás, favoreciendo una inclinación hacia lo que se ha llamado en arquitectura de-constructivismo. Buena parte de las obras presentadas demostraban el acostumbrado juego de paradojas entre imagen y discurso – o entre imagen convencional e imagen inusitada – propias de la obra de Oppenheim, así como su manejo libre y combinatorio de las convenciones de la alta cultura y fuentes de la cultura popular. Las pajareras eran guiños a trabajos ornitológicos frecuentes y anteriores. A las paradojas claras para el artista se sumaban las del público mexicano: junto a un congelador y techo de lona inspirado en los puestos de nieves y paletas, Oppenheim colgó un anuncio de neón con la palabra “malaria”, enfermedad que el artista posiblemente confundió con el cólera. La obra más celebrada de la muestra estaba constituida por tres figuras de arcángeles suspendidos enfrente de ventiladores industriales, a la manera de nuevos aires facilitando el aleteo de fetiches ancestrales.




















Supongo que el juego irreverente, espontáneo, necesaria e intencionalmente superficial de Spree no llegó a simpatizar completamente a un público con expectativas de visitar una muestra abundante de neo-conceptualismo complejo, cerebral y comprometido. No llegó a entenderse la intención original que incluía una fuerte dosis de improvisación, boceto y jolgorio formal. Cerca de las fechas de inauguración de Spree, Sylvia Pandolfi fue convocada a asumir la Dirección General de Artes Plásticas de la UNAM, siendo esta exposición la última producida por el equipo de Sylvia en el Carrillo Gil. Una vez que terminó la exposición, se plantearon los característicos dilemas que definen la vida futura de los ensamblajes e instalaciones para sitio específico: ¿se conserva la obra, se deshace, se la lleva el artista o su galería? Era evidente que algunas obras de Spree no eran perdurables, pero otras podían contar con una existencia independiente de la exposición que las originó. Por razones que desconozco, Osvaldo Sánchez, el nuevo director del Carrillo Gil, declinó negociar la integración de alguna obra a la colección. Oppenheim cedió lo coleccionable a la DGAP de la UNAM, institución que retribuyó al Carrillo Gil con el costo de las materias primas de las obras (escobas, pajareras, arcángeles de cerámica, un congelador, etcétera). Esta aportación fue una de las primeras que se integraron a un proyecto incipiente que aspiraba con dotar a la UNAM de una colección formal de arte contemporáneo. No todo este legado fue almacenado de manera reverencial: el congelador nos fue muy útil para enfriar bebidas para las inauguraciones en el MUCA Roma, una de las sedes de la entonces DGAP y hoy DGAV de la UNAM.


En cierto sentido, una muestra en 2008 de parte de lo exhibido en 1998 se convierte – sin necesariamente contener esto un sentido negativo – en un fantasma, en el eco de una juerga celebrada hace una década. Recordar y recrear es un ejercicio consecuente con lo que se considera esencialmente museográfico, aunque esa recreación sea algo incómodo cuando aborda el arte contemporáneo. Una paradoja se suma a las demás: lo que se orientaba hacia lo espontáneo es obligado a convertirse en momento reflexivo, algo similar al momento de la resaca, de la cruda. Es por eso que titulamos a esta muestra After Spree: “después de la pachanga”, el “after” de la juerga.













Galería casa de las monas

5 de mayo sin número

primer piso

Zona peatonal

Centro histórico

León, Guanajuato.

México.


Fotografías: Hugo Odón, 2008.

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